Zaruma, olor a café, minería y casas de colores

Desde que llegué a Quito aprendí que el café de Zaruma tenía algo especial. Lo que nunca habría imaginado es que este pequeño pueblo parado en el tiempo se escondía en lo alto de una montaña nublada, que sus casas estaban hechas de madera pintada en colores y que debajo de esta montaña hubiese miles de agujeros de la extracción minera.   En el camino entre Loja y Zaruma pasamos por la Basílica de El Cisne, perdida entre las montañas y donde según cuenta la leyenda, una señora que solía acompañar en sus labores a una pastora indígena un día le prometió (antes de desaparecer) que si le hacían una escultura con su figura, nunca más habría sequía. Desde entonces,